Un consorcio académico internacional —liderado por Texas A&M University y financiado por entidades del estado de Washington— iniciará un estudio clínico para entender “cómo” y “por qué” la ingesta de cerezas dulces impacta positivamente factores de riesgo asociados a la obesidad. Chile estará presente a través de Romina Pedreschi, académica de la Escuela de Agronomía y del Doctorado en Ciencias Agroalimentarias de la PUCV, quien participará en el diseño y lectura de resultados con un enfoque multi-ómico que integrará transcriptómica, metabolómica y proteómica.
“El objetivo final es generar evidencia sólida que incentive un mayor consumo de frutas y verduras —en particular de cerezas— en un país donde las enfermedades crónicas avanzan y la ingesta diaria recomendada aún no se cumple”, señaló la investigadora al anunciar su incorporación al proyecto.
El ensayo será placebo-controlado y administrará jugo concentrado de cereza dulce a personas con obesidad para medir, en sangre y otras matrices, marcadores de inflamación sistémica, permeabilidad intestinal y modulación de la microbiota, entre otros, conectando las respuestas biológicas con resultados clínicamente relevantes.
La elección de endpoints no es casual: estudios previos liderados por el mismo grupo mostraron que la suplementación con cereza oscura (Prunus avium) disminuye presión arterial y citocinas proinflamatorias en adultos obesos, sin efectos adversos sobre lípidos, glicemia o enzimas hepáticas. En paralelo, trabajos en humanos y modelos preclínicos han documentado cambios de microbiota y señales vinculadas a cognición y sueño asociados a los polifenoles y antocianinas de la cereza.
Para la fruticultura chilena —líder mundial en exportaciones de cereza— la investigación tiene un doble impacto. Por un lado, robustece el posicionamiento como alimento funcional en mercados exigentes, alineado con tendencias de salud y bienestar. Por otro, entrega insumos para comunicación basada en evidencia hacia consumidores locales, donde la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario ha reportado históricamente un cumplimiento insuficiente de la recomendación de cinco porciones diarias (≈400 g) de frutas y verduras. Con resultados multi-ómicos y clínicos, la industria podría sustentar mensajes sobre inflamación, presión arterial y microbiota, más allá de generalidades antioxidantes.
El proyecto también subraya la colaboración internacional que impulsa la ciencia chilena. Pedreschi integra, además, el Instituto Milenio Centro de Regulación del Genoma (IM-CGR), plataforma desde la que ha desarrollado líneas de poscosecha y genómica funcional aplicadas a frutos, capacidades que dialogan con el enfoque multi-ómico del estudio. Del lado estadounidense, la Dra. Giuliana Noratto y su equipo en Texas A&M lideran la agenda de bioactivos en alimentos y han publicado ensayos clínicos y mecanísticos en cereza dulce, sentando las bases para esta fase que profundiza en vías moleculares y ejes intestino-hígado-cerebro.