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El pasado 16 de octubre se celebró el Día de la Alimentación, una fecha que invita a reflexionar sobre la sostenibilidad en la industria frutícola chilena. Más allá de promover una alimentación saludable, este día nos recuerda que producir y exportar frutas hoy exige mucho más que calidad: implica responsabilidad ambiental, innovación y adaptación.
La industria alimentaria chilena enfrenta hoy retos decisivos. La Ley Marco de Cambio Climático 21.455 obliga al sector agrícola —responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero— a reducir su huella de carbono. El mensaje es claro: debemos transformar la forma en que cultivamos. Pero, ¿cómo hacerlo sin perder competitividad?
La respuesta está en la innovación. Invertir en sistemas de riego eficientes, energías limpias y prácticas que reduzcan el uso de químicos no solo disminuye emisiones, sino que también mejora la calidad del producto. A ello se suma la capacitación continua de los agricultores, clave para incorporar estas prácticas y sostener el cambio en el tiempo.
Por otra parte, la Norma de Carácter General N°519 de la CMF exige a las empresas reportar su desempeño ambiental y social. ¿Por qué es importante? Porque la transparencia genera confianza, abre puertas a financiamiento verde y posiciona a Chile como un actor serio ante mercados exigentes como Europa o Estados Unidos.
Implementar sistemas de gestión ambiental facilita cumplir con estas exigencias y mejora la imagen corporativa. Pero también vale preguntarse: ¿y si colaboramos más? Las alianzas entre pequeños y medianos productores permiten compartir conocimientos, reducir costos y fortalecer una visión común de sostenibilidad en el rubro frutícola.
La Ley de Etiquetado de Alimentos es otro desafío que puede convertirse en ventaja competitiva. Una etiqueta bien diseñada informa al consumidor, diferencia los productos chilenos y refuerza su valor. ¿Y si las usamos no solo para cumplir, sino para contar nuestra historia? Mostrar procesos responsables y atributos saludables puede transformar una obligación en una poderosa herramienta de marketing.
La Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (Ley REP) exige hacerse cargo del ciclo de vida de los envases. Aunque supone un costo, también abre la puerta a la innovación: envases reciclables o biodegradables, reutilización de pallets, optimización logística. ¿No es acaso una oportunidad para mostrar liderazgo ambiental y responder al consumidor consciente que ya está aquí?
El cambio climático no espera. Las alteraciones en temperatura y disponibilidad hídrica ya impactan la producción. La respuesta está en adaptarse: diversificar cultivos, apostar por variedades más resistentes y fortalecer la investigación con universidades e instituciones.
Los desafíos son grandes, pero las oportunidades también. Innovar, colaborar y producir de forma responsable no es solo una tendencia, es una necesidad. Chile tiene todo para seguir siendo líder en fruta… si logramos que cada cosecha sea también un compromiso con el planeta.
Bibliografía: