Más de 200 asistentes – productores, asesores, exportadoras, investigadores e instituciones públicas – asistieron al seminario “Producción de Uva de Mesa Orgánica en el Norte de Chile: innovación y oportunidades comerciales”, organizado por INIA Intihuasi y Subsole, con apoyo de FIA y del Programa Estratégico Regional Fruticultura Sustentable de Coquimbo (Corfo/GORE), ejecutado por Frutas de Chile. Allí, Gustavo Ricke, gerente general de Agrícola El Cerrito S.A., contó por qué el predio apostó por lo orgánico: “Nos atrevimos por la gestión hídrica… y por todas las externalidades positivas como la biodiversidad”.
Gustavo Ricke, posee más de dos décadas de experiencia en producción y exportación de uva de mesa y otros frutales en el norte de Chile y en Perú. Ha liderado proyectos de inversión con fuerte componente de innovación tecnológica y equipos multidisciplinarios

El Cerrito está en pleno Pisco Elqui, subcuenca Estero Derecho, comuna de Paihuano. De 120 hectáreas potenciales, el plan de la empresa es plantar 93, con foco en uva de mesa. El huerto base se estableció a fines de los 90 y, desde 2016, inició cambio varietal a nuevas selecciones.
En 2021–2022 nació el “huerto orgánico”: un bloque de 6 hectáreas, separado físicamente (condición clave para certificación), en el sector El Peral, con variedades rojas y verdes. “Innovar desde la ciencia y traspasar el conocimiento” es parte explícita de la política de sustentabilidad de la empresa, remarcó Ricke.
El salto a lo orgánico exigió una transición de tres temporadas: gastar como orgánico, vender como convencional, y “limpiar” sistemas de riego, suelo y maquinaria. La agrícola trabajó con certificadoras durante el proceso y alcanzó la certificación 100% del bloque en la temporada 2024–2025.
El requisito ineludible es la infraestructura exclusiva para orgánico (caseta y red de riego, bodega de insumos y maquinaria de pulverización separadas). “Son las reglas del juego; si uno quiere entrar, tiene que tener claro que la inversión inicial es considerable”, dijo.

Para construir suelo y resiliencia, el equipo incorporó:
“Existe la tecnología: sabemos cuánta agua entra, cuánta gastamos y cuánta necesitamos”, resumió Ricke.
El principal desafío sanitario fue el oídio. Con un set de productos mayoritariamente de contacto, la calibración fina de equipos, el diseño de calles/cejos y la disciplina de aplicación marcan la diferencia. “Hay que modificar los huertos cuando uno tiene uva orgánica; no se puede ocupar hasta el último pedacito del campo”, advirtió.

En la temporada 2024–2025, El Cerrito logró:
En cuanto a las lecciones aprendidas dice Gustavo Ricke, “si el proyecto ya está plantado, la transición de 3 años tiene un costo financiero alto; lo óptimo es planificar orgánico “desde cero”, sincronizando la conversión con la entrada en producción”.
“Cultivamos futuro desde el corazón del Valle del Elqui”, cerró Ricke. El caso de El Cerrito confirma que, con agua medida al milímetro, manejo de suelo vivo y disciplina operativa, la uva orgánica en el norte chico es viable. Quedan desafíos — sanidad y calidad —, pero la curva ya cambió de pendiente: el negocio existe y, con él, una hoja de ruta concreta para quienes quieran seguirla.